El café lo comprábamos en grano. Tostado. Abrías el paquete y nos encantaba el olor que salía de allí dentro. Luego lo molíamos en casa, en nuestro molinillo. A los niños nos gustaba moler el café en esos molinillos. El ruido de los granos desmenuzándose. Vuelta y vuelta y más vueltas.
Después abrir el pequeño «cajoncito» y dárselo a mamá para que lo pusiera en la cafetera., muy orgullosos de todo nuestra fuerza.
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